Ocupanditis: La Epidemia del Siglo XXI que Nadie Quiere Curar

Ocupanditis

Si aún no lo sabes, la ocupanditis es la enfermedad silenciosa que está azotando a las mujeres del siglo XXI. No es viral, pero se propaga como un resfriado en guardería. No es genética, pero parece heredarse de generación en generación. Y lo más preocupante: quienes la padecen no quieren curarse, porque creen que estar ocupadas las hace exitosas, importantes y, por qué no decirlo, hasta más queridas.

¿Cómo saber si sufres de ocupanditis?

Si alguna vez has dicho con orgullo cosas como:

  • «No tengo tiempo para nada, ni para respirar.»
  • «Dormir está sobrevalorado, lo importante es producir.»
  • «Si paro, me siento culpable.»
  • «Voy a meditar… cuando tenga tiempo (spoiler: nunca).»

Felicidades, querida lectora, tienes ocupanditis en fase avanzada. No te preocupes, no estás sola. Miles de mujeres la padecen, convencidas de que la única manera de demostrar su valía es estar hasta arriba de cosas desde que abren el ojo hasta que colapsan en la cama con el móvil aún en la mano.

El mito del ‘siempre ocupada’

Nos han vendido la idea de que si no estamos haciendo mil cosas a la vez, somos un fracaso. Nos convencieron de que «ocupada» es sinónimo de «exitosa». Pero, ¿sabes qué? No lo es.

El problema es que nos volvimos adictas a la adrenalina de estar «en on» todo el día. Sentimos que parar es un pecado, un lujo o peor… un signo de debilidad. ¡No vaya a ser que nos llamen perezosas!

Y aquí viene la paradoja: el cerebro no trabaja mejor cuanto más lo exprimes. De hecho, cuanto más paras, más efectiva eres. Sí, leíste bien. Parar no es perder el tiempo, es invertirlo inteligentemente.

Los efectos secundarios de la ocupanditis

Como toda enfermedad, la ocupanditis viene con efectos secundarios nada bonitos:

  • Niebla mental: Ese momento en el que tu cerebro dice «hasta aquí» y te encuentras metiendo la leche en el microondas y el teléfono móvil en la nevera.
  • Cero creatividad: Porque la inspiración no llega cuando estás corriendo de reunión en reunión o contestando WhatsApps a las 11 de la noche.
  • Estrés crónico: Y con él, un cóctel de insomnio, ansiedad, irritabilidad y ganas de mandar todo a la porra al menos una vez al día.
  • Desconexión contigo misma: ¿Hace cuánto que no te preguntas qué quieres hacer en lugar de qué debes hacer?

La cura (porque sí la hay, aunque duela admitirlo)

La solución a la ocupanditis es tan simple que asusta: PARAR.

Sí, así de fácil (y así de difícil). Parar para respirar, pensar, sentir. Tener rituales que te ayuden a reconectar contigo misma:

Meditar 5 minutos. Antes de que pongas cara de «eso no es para mí», prueba. No necesitas incienso ni mantras en sánscrito, solo cerrar los ojos y respirar.
Poner límites. No tienes que decir sí a todo. Ni a todos.
Hacer pausas. No esperes a estar al borde del colapso para tomarte un descanso.
Dormir. Sí, dormir. No eres un robot.
Preguntarte: ¿esto me hace feliz? Si la respuesta es «no», reconsidera.

Porque, querida lectora, la verdadera productividad no se mide en horas ocupadas, sino en resultados. Y, a veces, lo mejor que puedes hacer por tu éxito es darte permiso de parar.

Así que, dime, ¿te animas a empezar el tratamiento o prefieres seguir con la epidemia?

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